La
diversidad de personalidades y personajes que podemos encontrar en nuestro
mundo laboral es en realidad impresionante, si bien esta es una afirmación
innegable, es demasiado amplia para efectos de nuestra presente entrega, pues
nos enfocaremos en una clasificación específica que resulta particularmente
perjudicial en la creación y/o mantenimiento de un ambiente de trabajo
agradable y competitivo.
No es un
secreto para quien sea participe del trabajo en equipo, que existen personas
cuya energía, comentarios, actitudes y aptitudes perjudican el trabajo en una
organización, sin embargo, afirmar esto resulta a simple vista ambiguo y
arbitrario por lo que es necesario estudiar como identificar este tipo de
personas y más importante aún: “Que hacer con ellas”.
Son personas
comunes como usted y yo, personas con sueños, necesidades, inquietudes y responsabilidades
pero carecen de tres claves llamadas: “Convicción” “disciplina” y “honor”. La
persona que posee convicción cree en sí misma, se muestra fuerte, imbatible
como si nada ni nadie pudiera cruzarse en su camino y salir ileso.
Quien posee
disciplina organiza y establece un tiempo para cada elemento que conforma su
vida, dedica tiempo a cada responsabilidad y busca incansablemente cumplir con
todo lo que dependa de él, cuando las cosas van mal, se apoya y utiliza su
convicción para recordar su propósito y no desfallecer por muy cuesta arriba
que este el camino, quien posee disciplina dedica también tiempo suficiente
para mejorar cada día las habilidades que requieren de él, también para
aprender cosas nuevas.
Sin la
tercera clave “Honor” difícilmente puede una persona actuar correctamente en un
conjunto, honorable es la persona íntegra de principios que elige el camino
correcto por encima del camino fácil, el que posee honor es leal y agradecido
con quien le ayude. El honorable no pierde el tiempo en chismes y
conversaciones sin sentido, no ve el beneficio en inmiscuirse en problemas
ajenos y no pierde de vista su perspectiva.
Estos
principios aplican en todos los niveles sociales y nadie está exento de ellos,
sin embargo, en el plano laboral podemos percatarnos que cada día existen menos
personas con estas características, por el contrario, a diario nos encontramos
con personas débiles, que abandonan su causa al primer obstáculo, esta persona
consciente o inconscientemente se considera inferior aunque quizás no lo sea,
no está convencido de sus habilidades ni de su valor y a pesar de saberlo no busca
mejorar, quizás cree que lo hace, pero son intentos muy débiles que no logran
hacer eco en este mundo tan dinámico donde quien se queda pierde oportunidades
y es obligado a observar desde el palco de espectadores el progreso de los
demás.
Ya conocemos
que estas personas que consideramos perjudiciales, lo son por no poseer
convicción ni disciplina, sin embargo, no es eso lo que las convierte en el tipo
de persona que todos deseamos evitar, pues en efecto estas personas pueden ser
habilitadas para trabajar en equipo efectivamente, estas conductas pueden ser mejoradas
a través del ejemplo y la influencia de un liderazgo positivo. No obstante
cuando el aspecto o clave faltante se llama “Honor”, el paciente no tiene
salvación, es una condición que contiene la esencia de la discordia en sus venas,
quien no posee esta cualidad resulta engañoso, mentiroso, de esas personas que
dicen lo que los demás desean escuchar, se ganan confianza y luego atacan sin
piedad ni consideración, pues para ellos la filosofía Maquiavélica es el modo
de pensar; cuando el fin es su beneficio personal el medio resulta irrelevante.
A estas
personas la mediocridad los ataca como una serpiente que se arrastra por el
suelo buscando un punto débil donde inyectar su veneno, aspectos como la falta
de convicción son los objetivos predilectos, esta persona puede hacer lo que
sea, es impredecible, puede por años aparentar ser una persona de bien, incluso
puede lograr que los demás piensen eso de él, puede robar, crear intriga y
falsas calumnias. Esta persona puede traicionar sin remordimiento a quienes le son cercanos.
Es
innecesario decir que debemos alejar a quien conozcamos que no posee honor, o
es dudoso, pues en ocasiones por intentar ayudar o por la efímera realidad de
que todo el mundo merece una oportunidad terminamos incluyendo a quien no
debemos. Cuando el precio por ayudar a alguien es demasiado alto, debemos
recordar nuestras propias responsabilidades y riesgos, de lo contrario en el
peor de los casos terminaremos sin lugar a dudas con la serpiente en el cuello.